Amapolas

Consigo la llevó a la oscura landa
donde nada vivía ni moría…
la que hija de la luz y la armonía,
que el llanto riega, grita y le demanda.

Y cual sol tramontaba… gentil, blanda,
la madre que miraba y no veía.
La rosaleda ardiente está baldía,
y la bandada suya se desbanda.

Tras la nevada… el cielo reverbera,
porque saben hacer las firmes olas
arena de la peña amarga y fiera.

Y ella, al caer la dulce primavera
recoge, sin saber, las amapolas
que el llanto de su madre concibiera…

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