“Todo lo inventa el rayo de la aurora”
Jorge Guillén
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Amanece. La gente acompaña
al nuevo día. Hay movimiento.
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Se dibuja orden en la sombra. Aparecen
números, señales, esquinas, adoquines;
ojos insomnes que se cruzan sin mirarse,
como barcos buscando tierra. Ajenos
al aire que desciende por las calles
los pies van repicando en las aceras.
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Bajo un portal, duros cartones,
aprovecha el calor de la mañana
un ángel caído sin fortuna,
sin voz, con barba y desaliño.
Nadie repara, nadie se para,
mirada fija en las horas de rutina.
…
Poco a poco las calles se bañan de luz
ofuscando los ojos de la noche.
Ruido de prisa y ajetreo. Motores
que rugen, poderío y brío, malos humos.
…
Las tiendas levantan sus persianas.
Sillas y mesas van ocupando las aceras.
Aparece la ciudad, vestida de vida.
Huele a café y a sueños que despiertan.
…
Sentir como se abre entre edificios
la piel del día y percibir el vago influjo
de la luna escondida.