De tu sed yo he de beber
y aunque presumo es amarga,
me ha confesado mi alma
su ilusión de ungir tus pies
con aceites de esperanza.
Es que el genuino querer
tiene un dogma muy profundo,
y es no dudar ni un segundo
del anhelo de ofrecer
hasta la sangre de uno,
si esto conforta a otro ser.
Así, me entregaré por entero
valiéndome del Amor,
a consolar tu dolor
y aliviar tu sufrimiento.
Y si pasado algún tiempo
Yo te escuchara decir
que la fe se te ha devuelto…
Celebraré por completo
la razón de mi existir!