Alfarero


Tu cuerpo de barro
hecho para mis manos de hombre alfarero.

Te escucho decir mi nombre despacio
y la tierra ya es mía;
la luz del volcán, la paz que me da tu abrazo,
muerdes las fibras de mi alma y mi pecho
y recorres con tu luz peligrosa
una a una mis brasas
y escondes mi miedo debajo de las estaciones
y de los meses;
yo te daría hasta la última amapola, me quedaría
en la locura de la primavera
enloquecería en tu vientre,
en el frescor de tu aliento;
establecería mi reino contra tu reino
y en el día te haría el amor
y en la noche que se fecundan todas las semillas
con tan solo un beso nuestro.
Recorrería en barco todo tu territorio inmenso
de saliva,
me escondo del dolor
pero me das la carne, el sudor,
la pirámide de la muerte, ocupas el perfil del planeta
para decirme que me quieres;
el aullido y la forma
frenético el temblor de tus dientes;
veo mi cuerpo salir del horno silvestre
y abrazarte.
Te escribiría desde aquí hasta el fin de mis días,
tomaría el opio de tu piel
y la flor guardada en tu mano izquierda
y te daría mi otra pureza,
te daría también el latido del cóndor
y la piedra de machu pichu
y la piel de la nieve,
te lamiera la sonrisa hasta que se agote
porque tu tienes un collar de perlas invisibles que me sujeta
de buena manera hasta tu casa y tu mano.
El perfil de los peces
siempre va contigo y conmigo.

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