(Lírico)
-Silva-
¿A qué sabrán sus labios
con todo y sus rubores?
¡No lo sé! No lo saben ni los sabios,
tampoco el corazón ni sus tambores.
En una caravana de festejos
coloqué ayer su nombre,
y echándole cortejos,
resultó un sobrenombre.
¿Qué podría decirle
si no son cosas tiernas?
No quiero perseguirle,
pero echa a andar mis piernas.
Y de pronto, en su mirada, orbitaron
mis bosquejos , y redacté con brío.
Escribí con la tinta del rocío,
y a tiempo, germinaron
sentimientos, llenando mi vacío.
Cuando pasa mojando los caminos,
sucede un delicioso petricor,
y embriaga a mis deseos peregrinos
cuando expira su aliento de licor.
Y vuelvo a interrogar
al celo fantasmal
qué instalado en mi hogar
se convierte en obeso comensal.
Yo soy aquel consumado soñador,
el que excede costumbres amorosas,
y luce aterrador
comiendo de su amor las mariposas.
Soy yo tan insaciable,
enjambre en la bonanza,
y niego ser culpable
rompiendo la balanza.
¿A qué saben sus labios?
¿Cómo dirán mi nombre?
No sabe de los cambios
qué provocan a este hombre.
No sabe del suspiro
qué me mantiene vivo,
qué lo mantiene unido
a un cielo de papiro
donde escribo para su ser altivo,
el cielo donde anido.
Jorge Martínez C.
Autor.
Imagen: Pinterest.