Alcemos los ojos,
miremos al cielo,
veamos las nubes
que van en silencio.
Y luego bajemos,
volvamos al suelo,
al mundo en que estamos
con risas y miedos.
Seamos nosotros,
no copias de “ellos”
de gentes extrañas,
que roban pequeños.
Y es que, por la vida,
abundan señuelos,
que ofrecen caricias
mezcladas con premios.
Más son fantasías,
instantes escuetos,
materias sin alma
de seres que han muerto.
Que viven la vida
y el hoy, sin respeto,
buscando la fama
que amasa el dinero.
Seamos los niños
que antaño crecieron,
viviendo y amando,
los días de invierno.
Y luego busquemos
el labio y el beso,
del rostro adorable
con sus ojos tiernos.
Ya que fue la madre
la causante de ello,
de soñarte un día
y engendras tu cuerpo.
Y aquí estás, ahora,
con tus ojos presto,
descubriendo rimas
para un mundo nuevo.
Ese mundo tuyo,
especial, sincero,
que te lleve siempre
a vivir tus sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/12/24