Nací una madrugada cualquiera,
bajo el rigor
del primer mes de Enero.
Cuando me habitaba la inocencia,
me recuerdo recorriendo la alegría,
convirtiéndome en hada
con alas de amapola.
En esa época,
la soledad se reía a carcajadas.
Ahora,
los recuerdos me besan
bajo colinas azules.
Cada gota de rocío
de aquellas praderas
transita por mi alma.
Los latidos de mis ancestros
me persiguen ,
escondiéndose entre mis íntimos tesoros.
La belleza,
el lenguaje de las flores,
los abrazos cotidianos,
el ritmo de un poema,
tienen el poder de sanarme
el alma.
El tiempo corre tras de mí
hambriento,
pero yo aún subo las escaleras
de dos en dos
y me aferro a las palabras.
Cuando el invierno
sangra dentro de mí,
me abrazo a la tierra
y me convierto en un largo silencio
que contempla mi montaña.
Aún recorro la alegría.
Después de la alegría
viene la soledad,
dijo un día Benedetti.