Del patio el tiempo
se lleva la hojarasca
y sobre mi cabeza
el pastor norte su rebaño arrea.
La ciudad extremista y bipolar
que alardea eterna alegría y esconde los agravios,
consternada,
disiparse ha visto sus formas
pintorescas.
Aún no es el crepúsculo
y en mis párpados hay sensación
de que lo fuera,
¿será la falta de transeúntes en las calles,
o es que ha empeorado mí ya grabé somnolencia?
Una microscópica fracción del océano
resbala
por el cristal de mi ventana.
El olivo
empieza a quedar desnudo
y es inseguro sin su traje;
se apena, quizá piensa que lo miro.
¡Pero no lo hago!,
¡No veo, aunque miro!
Mis ojos están en el paisaje perdidos,
mas volando andan mis pensamientos vagos
en el pueblo de la tristeza, buscando al señor olvido.