Ya no tendré tu mano
para andar los caminos.
Me defenderé sola
de la nube y el aire
y pondré mis pisadas,
donde puedas mirarme.
Ya no estarás conmigo
viendo crecer el árbol;
extendiendo tus manos
para tocar sus ramas
y en la banca del parque,
me mojará la lluvia.
Iré por los caminos
con la estrella de oriente
y pondré tu mirada
donde pueda cuidarme,
sabiendo que nos vemos…
al final de la tarde.