Al Fénix

Lope, que el bien seguiste al horizonte
y en todo, como Apolo, lo alcanzaste,
¿cómo te fuiste… y cómo nos dejaste,
sin flor dejando el que es Parnaso monte?

No hay corona que huelle ni te afronte,
no hay huella que te encone. ¡Así pisaste…!
De acanto, lauro y mirto coronaste
la testa enamorada del sinsonte.

Tu carro eterno incendia la vileza…
y a su gloria, es miseria el globo junto.
La historia escrita en oro, el oro sella:

«y cuando el monstruo de naturaleza
se apagaba… tan solo en ese punto,
¡tan solo! Se atrevió a brillar la estrella».

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