Te encuentro en mis nostalgias y mis brumas
como un abrazo tan lejano como infinitos
y me desdoblo en ansias inacabadas
que solo acarician la arista de las sombras.
La nostalgia me llena de efluvios grises,
un vórtice de quimeras enmascaradas
mascullando con desgano nuestros nombres
hasta que la noche se viste de alba.
El agobio de tu sombra se reduce
al detrito de un pasado acerbo y desvaído
que se niega a morir correctamente,
acumulando crepúsculos y lunas extraviados,
dejándome con el temblor famélico,
arrastrándome en el testamento de unas ruinas
donde ningún sol derrama su presencia
y solo el viento y el hielo entraman su danza.