Si con morir pudiera acompañarte,
y con morir pudiera más quererte,
qué nada me debieras por la muerte,
qué nada te pidiera para amarte.
Pues, ¿qué no me perdiera por ganarte,
si suerte nunca es suerte, de perderte?
¿Qué infierno no lo viera yo por verte?
¿Cuál cielo, más que el celo de adorarte?
Este cielo es mi infierno, como ves,
que vivir es morirme, aunque me avive,
y así es morir del hombre cuando quiere.
Todo una misma cosa, y al revés;
que muere el hombre cuando amando vive,
y vive el hombre cuando amando muere.