Si me cuesta aceptar con sumisión
cualquier tipo de normas que no entienda,
no creo que de mí jamás dependa
comprender a la fuerza un cachetón.
No alimento ninguna aspiración
de querer entregarme a la contienda,
que me asegure siempre la merienda
aunque el cielo me quite la razón.
Como no hay dios que ejerza la miseria,
gente habrá que asegure lo contrario
alegando que al alma purifica,
tratando de calmar así su histeria
con un tono bastante autoritario
que aunque no se comulgue sí que aplica.