Me recuesto en la ligera estrella de tu penumbra
dando giros en las velas que se ensanchan
en la materia de un sonido inmune al miedo.
Ven, siembra mis ojos en la cara inversa de una
orquídea umbilical.
Hazme intangible en tu boca, bórrame el anatema
de un silencio mal curado.
Cierra la anatomía de una palabra agitada de aves manuscritas,
en el sórdido subsuelo de una criatura mojada por la simetría
de un corazón denso de ocasos…
Ábreme el pecho, separa los mares,
separa las edades de mi calor en los días sin ti,
y cubre la certidumbre de las noches con tus ojos
de melancolía, y de tus otros milagros
que suelen atraer luciérnagas.
Francesca Woodman