Aunque creas un día
que no hay luz ni sentido; no te olvides,
allá en la lejanía
cercada de tus lides,
de que hay Sol… de que hay vida… de que hay vides.
Y cuando todo muera
y apaguen tus tinieblas el farol
de los días… espera.
Ve, triste, el arrebol,
y verás luz… y fuego… y verás Sol.
Y brillará la estrella,
y verás la divina creación
cantarte libre y bella
su salvaje canción;
y allí tu dicha… y risa… y tu pasión.
Y pintarás los cielos
con tus pinceles de color del mar,
y a mí, desde los suelos,
me podrás ver gozar
tu estampa… tu talento… tu pintar.
Pues son poco las noches…
y los principios siempre han de volver,
así que no reproches
y gana en el placer;
porque hay hombre… y hay arte… y hay qué hacer…
Y en dolor, o en problemas,
hallaremos remedio a tus temores…
o, aquí, entre mis poemas
lloraré, amor, tus flores.
Porque hay Sol… porque hay vida… y hay amores.
Así, cuando no sienta
de tu preciosa voz el dulce acento,
y no me rindas cuenta
de qué callas… ¡Lo siento!
¡Ven…! ¡Ven, lloremos juntos tu lamento!
Pues aunque no permitas
doblar el cuello, amor, y acompañarte.
¡No puedo…! ¿A qué lo evitas…?
¡No puedo no buscarte!
Si hay corazón, amor… habrá de amarte.