Deambulando me vi,
arrastrando a solas mi vacío
entre desangeladas callejuelas
pero, en aquella tarde de lluvia,
apareciste tú,
reclamando mi existencia.
A tu lado comprendí
que había otro yo en mis entrañas,
que existe otra vida
más allá del desconsuelo
y que la soledad,
como los tumores,
también acaba matando.
A tu lado comprendí
que el amor te sacia más
que el mejor de los manjares,
que tus besos son la cura
que hace sanar mi desdicha,
que tu sonrisa es la claridad
que ilumina mi vereda.
A tu lado comprendí
que, si me faltas, los días son eternos,
que tu ausencia me devora,
que los silencios son amargos,
que las noches son muy frías,
que me sobran las palabras
y me falta la energía.
A tu lado comprendí
que la lluvia solo moja por fuera
y que, cuando vuelva a llover,
allí estarás tú -como el primer día-
para tenderme la mano
reclamando mi existencia.