Te leí,
y pareciera conocerte.
Con tus inquietantes frases profundas y rítmicas,
que agudizan los sentidos en trascendencia,
como espiando el oleaje de tus pensamientos.
Hoy te leí,
Y pareciera vislumbrarte en una grieta del tiempo,
que muestra tu figura anquilosada de agilidad pensante,
reflexionando el acre de tus días tormentosos,
por el dolor ajeno de muchos, ante el cual,
pocos quieren ser voz de los indefendibles.
Hoy rasgué la solapa del tormento humano…
Y viví tu dolor en frases que inquietan el alma;
en el murmullo adormitado del que pasa en vigilia,
queriendo incendiar con poesía,
la realidad resguardada entre peroles y cenizas.
Te conocí y hasta pude contemplar tu tez sufriente,
ante el ojo que descubre la belleza del reo atormentado;
ante tu deseo de liberar al oprimido,
aquel que goza en la miseria,
y que, en el silencio feroz, se traga sus lamentos.
Sentí, tu corazón henchido
por amor…
por dolor…
por vacío…
Te leí, te conocí. Percibí …
tu respiración agitada ante el amor prohibido,
las manos temblorosas, ante las flores de fuego;
las lágrimas prohibidas ocultadas ante el insulto,
era pueblo de temores que un día te acogió.
Te leí, y sufrí contigo,
percibiendo el aullido agazapado que presagiaba tu muerte.
Sentí tu pecho agitado cuando la verdad se reclama,
Mientras se teme el sórdido golpe y los ríos de sangre,
que anunciaban la trémula partida de un jazmín dolido.
Te leí y me has dejado,
remanentes palabras de tu visión humana
tu poesía de silencio, que desesperada, no quiso callarse,
los bramidos, las luchas,
la locura del pensante que se asfixia,
la sed de la garganta atragantada de la patria.
Te leí, te conocí, te percibí en un libro y te has ido.