Viví la vida, un vasto mar incierto:
marea de rostros, promesas y destellos;
vientos que soplan y se van y no regresan,
promesas que se duermen en la arena.
Y entonces te vi, un temblor de luz,
rompiendo ese mundo en barrena,
miré tus ojos, y supe que era cierto
que todo mi destino iba en ellos.
Y a por ti fui, sin armas ni armadura,
solo con todo el pulso ardiendo.
Fui hacia ti, sin tregua ni recelo,
si eres de hielo o de fuego, da igual:
donde arde el amor no duerme el hielo,
mi alma sabrá encontrar tu manantial.
Juntos haremos el camino hasta el final.
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