Como mi padre, oscuro y derrotado,
en un mundo que ya ha sido vivido
cientos, miles de veces, sin sentido.
Como ese amargo llanto inacabado.
Dejó una herida abierta, un apagado
susurro de misterio; un detenido
naufragio de promesas y de olvido
ondeando en un mástil devastado.
Esparcí sus cenizas en aquellos
riscos, en los barrancos, en los bellos
rincones de sus montes encendidos.
Un eco de su luz, como en sordina,
sobrevive en las noches, en la espina
de todos esos sueños ya vencidos.