Que el azul orbe se entere,
que soy tu amante primera,
porque has dormido sereno,
en mis sábanas de seda.
Donde tanto me has amado,
volando sobre las nubes,
casi cantando y llorando,
con el fuego que nos funde.
Donde más amé tu risa,
fue en ese viaje al infierno,
cuando morimos sin prisa,
dejando carnes y muerdøs.
Este espíritu sostiene,
tus palabras más oscuras,
turbias manos como alas,
de tu deseo que me inunda.
Morimøs juntos amor,
disfrutando esa agonía,
con la vida y con la muərte,
forma el destino armonía.
Y yo también te he llorado,
y me he tragado los celos,
en cantatas de violines,
hice eco de mis miedos.
Tú podrías conmigo, sí,
y quitarías una a una,
dos a dos, mis tres corazas,
hasta hacer que me descubra.
Y fuiste un golfo con todas,
y te reservas conmigo,
maldigo tu amor ahora,
por hundirme en el olvido.
¡Maldito seas amor mío!
Por dejarme de querer,
por no venir a mi sino,
cuando muero por tu ser.
Y a las cinco de la tarde,
el viento oculta vergüenza,
suspira cantos del ave,
que es negra hasta la conciencia.
Fue bosque, dolor y gracia,
siendo para mí tu sed,
tú, con mis labios deseados,
yo, con tu voz en la piel.
Bailar para no rendirse,
beber para no caer,
¡soy tu amada!, grito al cielo,
soy la musa en tu papel…
En el confín de la Luna,
o en llamarada de Sol,
mi ruiseñor, ¡eres mío!,
le guste o no guste a Dios.
Soy la dama que te admira,
y la puta de tu cama,
el hogar a quien escribes,
el consuelo de tus ansias.
Caerán las hojas cariño,
en nuestra tumba una noche,
y esta historia en otra historia,
recordará este derroche.
Quererte como te quiero,
me dices al corazón,
y el aire ya no me duele,
cuando prima la pasión.
Quererte como te quise,
amarte, quién lo diría,
porque me mecí en tus ojos,
cada tarde y cada día.
Aquel beso fue promesa,
luz infinita en las bocas,
eres tú quien supo amarme,
entre la gente y a solas.
Que todo el orbe se entere,
que la muerte fue testigo,
de este amor que tras su velo,
nos volvió recuerdo vivo.
