Quisiera abrazar el alba,
quemarme con él,
soplar las cenizas de mi nombre,
olvidar que esa flor existe
y que el canela de sus pétalos
bifurca el camino de mi mente.
Quisiera colgarme de las alas
de las palomas perdidas en las nubes
para aterrizar la isla fantasma
de los muertos por la memoria
y perderme en mi propia carne.
Quisiera agarrar el tiempo
con las frágiles manos del papel
y atrapar aquel indeleble momento
donde me envolví en arena morena
y donde mi existencia no consistía
de un individualismo ofuscado.