La anhelo mirar sin querer.
No sé cómo es su cara,
no sé cómo es su sien.
Ni siquiera sé si sus ojos
son adornos para que tan
tristes años no la dejen ver.
La busco con el miedo
del rocío al descender.
Porque una flecha se cala
en mi sueño y no hay
penuria más lista
que la vista de su tez.
Desde la lejanía,
desde la idea de un ínfimo ser.
Mi mirada me impera
que recorra sus coronas
y el mundo me lanza
grises costras de ciprés.
Quiero que me mires
con lo que sea que tengas.
Escuchar en tu ráfaga
las cosas más mundanas
y hacer del relojero
nubes y arenas enclaustradas.
Quiero que cambie
todo lo que no está contigo
y me roce tu terciopelo
en la amarga madrugada.