Mi tiempo no tiene invierno
porque soy un viajero
que no lleva provisiones,
solo vive de amor.
Soy libre en mi soledad
acompañado sin prisa,
sin sombras y heridas.
Quiero vivir admirando
la flor envejecida,
con los recuerdos descontando
a las horas inciertas.
Huyendo de la enfermedad
de un verano más pobre,
aprendiendo a vivir en el otoño
llegando al invierno
con la hermosa existencia.
Censuró al dolor
y un beso triste,
deteniendo el odio en la insistencia
de una mirada que obliga.
Jamás seré sin nadie,
tocaremos el mar del mismo modo
que lo hicimos
cuando teníamos veintiún años.
Nosotros seremos
como una colina en la tarde
después de octubre,
un apego periódico
que hace costumbre
el amor sin detenerse.
Que los tiranos sean mortales
y nosotros un niño
que mira la tarde,
sin sueños perdidos
sin la lluvia que desvanece
la esperanza.
No duele envejecer,
lo difícil es comprender
que lo que se ama también envejece.
Sigamos soñando con ser inmortales,
juntando palabras
sin pedirles permiso.
Asumiendo el amor
que nos pertenece,
que me pertenece.
Mi tiempo no tiene
horario de partida,
vive de amor.
Mute.
