Ella…
se ocultó entre los pasos
para proteger las huellas,
se adueñó de mis locuras,
todas ellas…
fue la esencia de aquel tango arrabalero
bajo nubes de algodón,
de nuestro canto a la vida,
de nuestra frágil figura,
de nuestras eternas luchas
y de mi torpe andadura…
Ella…
la sonrisa
entre los miedos y tristezas,
fue la dueña
de los gritos de mi selva,
se adueñó de la suerte
con querellas a la muerte,
de su tiempo y el mío
besando el horizonte,
de llenarnos de sol
bajo nubes del sur,
de acurrucar la voz
de todos los silencios.
Dueña de mis memorias,
musa estrella de mi historia,
hija, madre, mujer,
abuela, amante…
con corona de papel y delantal
viste de reina el hogar…
porque no existe nobleza
más que la del verbo amar.
Ella…
es el único refugio
que calma mi ansiedad…
Por eso
y hasta el fin de nuestros días,
celebro a cada instante,
cada momento, cada silencio,
cada grito en el pretil de los abismos,
cada reflejo de luz
que escapa del motín,
nuestro particular…
“San Valentín”
A Carmen… compañera de sueños