El sur viaja a Cataluña (1953)

(El Viaje)

Vengo de una tierra del sur donde el silencio habita soledades durmientes, el páramo se extiende bajo nubes con apariencia de cristal roto, y la lluvia es milagrosa.
Allí habita una gente afable y primitiva que cree y sueña con laberintos de plata, generosa de verdades. Yo me perdí, ajeno al paraíso que allí se encierra.
Vengo del sur ¿os lo he dicho?
Los pequeños oteros que adornan su paisaje andan preñados de casas-cueva, donde las paredes lloran cal en un sueño de gotelé blanco.
Coronan sus chimeneas con la luz de un cigarro en La Habana.
Dentro, el hogar aun sabe a ternura, en el suelo se come, y en el suelo se sueña, escapando por el aire la alegría.
Los geranios en las fachadas iluminan los ojos de las macetas en un plomeo de colores. Un pájaro perdiz desde su jaula, exhibe orgulloso el arco iris de su plumaje.
El sol, en el sur, no se pone nunca. Por las mañanas agosta la tierra con su fragua de besos ardientes, merendándose a la luz por las tardes bajo un sombrero de paja. Cuando llega el ocaso, el sol no se acuesta, solamente descansa.
Vengo de una tierra donde las pisadas son ecos de soleares; el quejío aún perdura en las manos agrietadas de sus hombres, ajenos al telediario. Son hombres-niño que enseñan el hueco de su encía al sonreír de la pobreza.
Vengo del sur ¿os lo dije?
Allí, los caminos lloran un polvo de sequías que iluminan las albardas del pastor, y el pastor, en el sur, aún gime con el silbo para escribir rebaños de poesías bajo el color del cielo.
Vengo del sur, viajo a Cataluña con un sueño despierto para encontrar nuevas esperanzas.

(Llegada a Barcelona)

Llego, niño del sur.
Durmientes, las vías de la estación de Francia acogen en su paisaje un tren repleto de sueños emigrantes.
En las maletas de cartón-piedra se guardan como un tesoro las averías del alma, sujetas bajo una cuerda ajada de ansiedades y esperanzas.
Mis padres se miran y se abrazan y sonrien con una mueca de fresas agridulces que enciende a las cristaleras del cansancio en un viaje casi eterno.
En la calle, alborotan chiquillos en riadas de silbidos distintos e interminables. Un tranvía se aproxima con el eco una muñeira bajo el bigote áspero de su conductor gallego. (En Cataluña, en los años cincuenta, la mayoría de “tranviaires” eran gallegos, igual que los serenos y vigilantes, nunca supe el porqué, la leyenda urbana decía que por ser paisanos del dictador tenían mayor posibilidad de encontrar trabajo, especialmente los serenos y vigilantes, tampoco lo supimos nunca a ciencia cierta)
Como una marejada de olas albañiles extremeños y murcianos con su ropa de fiesta donde aún habitan el yeso y el cemento mal cepillados, inundan de alboroto la plataforma de metal oxidado.
Una “colla” de andaluces bailan una sardana en la plaza San Jaime.
Desde un balcón, un coro de catalanes ataviados con su traje de pagés incluida la barretina les contempla, y un tal Josep Plá incrédulo, aplaude con la vista perdida hacia el norte, donde habita su Ampurdán.
Es domingo, y Barcelona se ilumina en la mañana.

(El Monte Carmelo se hace barrio con la gente del Sur)

Sobre la afeitada loma carente de vida, lloran torrenteras como dentelladas, y en esa cima descarada de abandono, allí, esos hombres y mujeres herederos de la nada, levantaron un oasis con sus manos de sueños y un acento de babel peninsular recién llegado.
La “muntanya pelada” la llaman los nativos en su idioma catalán, hermoso de romances y que nunca se prohibió como cuentan ahora, pues yo lo aprendí de oyente en su dulzura, y mis lecciones las realizaba en el patio alegre de hambre del colegio, o haciendo cola al pedir la vez para comprar el carbón que encendía nuestras noches de cena escasa.
Como iba diciendo, sobre aquél caparazón de barro y miseria se armaron los andamios de la esperanza.
Techumbres de aire, huecas como nidos, coronaban el ascenso de paredes tan frágiles que imitaban tristezas.
La señora Francis dormía de consejos los atardeceres a través de alguna emisora en el aparato de radio que acompañaba aquellas soledades sin ventanas; mientras, por algún rincón, aparecía aquél hombre en su bicicleta, con la nevera de madera, tesoro de ricos helados mantecados: ¡a peseta!
Las noches de Navidad se cantaban villancicos: “fun-fun-fun”, “Madre en la puerta hay un niño”, mientras las abuelas lloraban lágrimas de anís y en las casas se fundían los plomos de la alegría.
Las luces en Pedralbes se apagaban muy tarde, mientras en el monte Carmelo se encendían las lámparas del hambre.
Gaudí desde lo alto de alguna torre contemplaba.

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Excelente retablo de la España que, en su afán por saciar el hambre, construyó otras españas diferentes, otros mundos complementarios y, sin embargo, ciertos. Es muy bueno. Un saludo.

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Gracias amigo, es una historia real, la mía.
Un saludo

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Gracias, saludos

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Qué maravilla, por favor, Pepe!!! qué maravilla y qué retrato tan cierto de esos viajes. Dos generaciones de mi familia lo hicieron, pero sin traer a la familia (aquí criaron la suya), desde Málaga y Murcia… Gracias por esto, por el contenido y porque es especialmente bello. Qué letras!! :hugs: :hugs: :heart: :heart: :heart:

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Muchísimas gracias por expresar con tanta efusión tu comentario.
Lo cierto es que relato mi viaje y mis primeros años en Barcelona recién llegado de Granada y he intentado escribirlo de una manera poética sin dejar de lado la cruda realidad de aquellos años de migración interior en España.
Celebro gratamente la lectura y que tengas la oportunidad de reflejar tu comentario de manera tan cercana y asimismo que sepas de lo que hablo por vivencias familares muy próximas, un placer
saludos cordiales
Pepe

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Has hecho poesía en cada palabra, Pepe :hugs: :hugs: Yo me lo voy a enmarcar este relato. :heart:

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Me ha encantado todo tu magnífico relato!! Te aplaudo! :clap::clap:
Una realidad de nuestro país en aquellos años de penuria y emigración…Un trasvase del sur pobre…a la nueva riqueza del norte. Yo también viví y presencié esa sangría en mi Extremadura no solo dentro del país, sino también a Alemania, Francia, Suiza…se iban los hombres y la familia quedaba atrás…
Tuve que abandonar mi pueblo con mi familia comenzando la difícil adolescencia, para ir a la ciudad, pero sin salir de la región. Todo mi mundo patas arriba…
Muy duro adaptarse y tú lo has contado maravillosa y poéticamente bien con tus ojos de niño, con las luces…y las sombras.
Felicidades por escribir así, te llega al alma!
Abrazo, Pepe. :hugs:

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Mis agradecimientos nuevamente, saludos Marta…

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Tal vez en la adolescencia es más penoso que en la infancia pues se empiezan a descubrir los amores, los amigos, en fin la vida misma.
No debemos olvidar aquellos años para contemplar la situación presente con otros ojos
Gracias por pasar mariaprieto, saludos

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Me ha deleitado esta lectura. Y la releeré varias veces.
Abrazos

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Tuvo un premio nacional, concretamente a la mejor prosa poética, del cual me siento orgulloso pues en realidad estoy narrando mi viaje de niño del sur de la mano de mis padres que buscaban un futuro mejor en Cataluña.
un abrazo

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Merecido premio. De principio a fin… es una joya.
Desde que empieza el relato, uno se siente transportado a las imagenes que describes, como por un iman. Eso es algo que no muchos escritores logran…
En algunas ocasiones me parecía estar leyendo, precisamente a nuestro José Martí, por el ritmo y sentido poetico del lenguaje usado. su estilo era muy similar.
Abrazo

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Me honras con tal comparación, muy lejana de mi, ya me gustaría
abrazos,
Pepe

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¿Ya has leido algo de lo que te envié de él??

He leído una parte si, ya conocía alguno pues cuando estuve en La Habana en el 92 conseguí en una librería curiosa q todo era antiguo y ajado una antología de él

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¡Qué bueno! Si la tienes aún, o la recuerdas dime el título del libro.
De José Martí tengo muchos libros y de éllos puedes contar desde ya con alguno.
Yo compré hace mucho tiempo sus: Obras completas y de ellas todavía me quedan libros…
Abrazos

Te mando foto por wassap, son volumen I y II de su antología mínima
saludos

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Magnífico, ahora mismo voy a mi whatsAp

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