Ya no se fundirán
mis manos en tus manos,
y no vendrán tus besos
a cortarme el aliento.
Ya no será tu risa
como una flor radiante
reventando los techos
que nunca nos cubrieron.
Ya no descenderán
mis dedos por tu espalda,
ni caerán nuestras ropas
a los pies del deseo.
Ya no será tu canto
hermano de mi canto,
ni serán nuestras huellas
pintoras de caminos.
Ya no será distinta
la noche en tu regazo,
y no será el invierno
una hermosa guarida.
Yo quise ser el viento
que rozara tus alas,
y quise ser la sombra
que acompañe tu vuelo.
Pero ya es tarde ahora,
que los relojes hablan
del tiempo que no vuelve,
y el espejo devuelve
los pliegues pronunciados,
esas grietas profundas
que hostiles se entrecruzan,
sobre esta tierra seca
que es mi frente arrasada
por los años perdidos.
Ya no seremos eso
que fuimos sin saberlo,
ni nos diremos cosas
que solíamos callarnos.
Ya no despertaré
abrazado a tu espalda
como última esperanza
de mantenerme a salvo.
ni saldremos de viaje
algún fin de semana,
ni haremos una casa
donde criar los sueños,
ni tendremos mascotas
que nos llenen de pelos,
ni jardín con pileta,
ni vecinos odiosos,
ni un auto dominguero.
Ya no nos detendremos
debajo del ocaso
para pescar colores
con un papel en blanco
en donde guarecernos.
Ya no serás perfume
para un tiempo de flores
y no será tu abrazo
mi rincón apacible.
Ya no nos sentiremos
dueños de las praderas
que abrazan horizontes,
ni serás la mirada
que congelaba el tiempo
en cada bienvenida.
Ya no seremos lluvia
una tarde de sábado
salpicando ventanas.
Ya no seremos esos
que hacían temblar al mundo
en cada carcajada,
ardientes de sonrisas
y pieles encendidas
en donde aventurarnos.
Más allá del intento
angustiante y febril
de amarnos para siempre,
del tiempo programado
donde todo termina
en estas soledades
que están a la deriva.
Ya nada quedará
de aquellos días de oro.
Ya no serás sentido
y latido de mi alma,
ni tacto de mis dedos…
Ya no estaré a tu lado
cuando en sueños me busques.
Ya no seremos siembra
para el tiempo que viene.