A veces,
las cosas son así,
simples,
sin explicación.
Llegan
como llega el invierno
sin saber cómo.
Y así fue
lo tuyo,
alguien debió mandarte
a mis infiernos.
A batallar
como sólo tú sabes,
valiente y dispuesta,
como cuando rompes la madrugada
y sales a por tus aviones
a volar tus sueños.
A batallar,
en este corazón loco,
con tantos sueños rotos,
con tanta heridas abiertas,
con tantas cosas
patas arriba.
Y lo conseguiste,
tú solita.
Lo que no pueda hacer florecer
una caricia
y un beso,
en el barbecho de la tristeza.
Nada lo puede hacer.
Y lo conseguiste.