Apuro el primer café mientras veo a otro exalumno hacer realidad uno de sus sueños. Otro peleador con aire frágil que luchó por no ser hijo del “no llegarás a nada”. Otro cabezota, tenaz que ha hecho del trabajo su santo y seña.
No a todos le di clase, pero sí con todos tuve trato. Pude ver su transformación de renacuajos a hombres y mujeres hechos y derechos. Quince años de sus vidas, de la mía. Ellos cada día con una arquitectura más firme, yo con arrugas nuevas.
Si hay algo hermoso en haber sido maestra, secretaria, profesora es haber podido formar parte de vuestras vidas. Os vi reír, ligar, llorar. Os animé, discurseé y jugué con vosotros. Os enseñé a rellenar una matrícula, hicisteis resurgir a la niña que fui, que soy.
Cada éxito vuestro me hace sonreír. Cada vez que os levantáis, no dudéis, que me siento feliz.
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Me llenó de melancolía tu escrito…
He sido durante muchos años maestra y me vi ahí, compartiendo tus letras y pensamientos…
Una de la profesiones más duras, pero más gratificantes, amé este trabajo, fue vocacional…el contacto con los alumnos nos enriquece y no solo aprenden ellos, nosotros también.
Bienvenida, compañera! Nos seguiremos leyendo.
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Muchas gracias María. La verdad que es una profesión preciosa.
Nos leemos.
Beso
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Buen relato sobre la satisfacción a la que lleva enseñar por vocación.
Sé muy bienvenida, compañera.
Muchas gracias
Un abrazo
Me alegro que te guste
Un abrazo