Me crecen alucinaciones en las cavernas,
alumbro la procesión de monstruos cotidianos,
corazones de felpa enajenados
en siniestros envoltorios
deambulan en la niebla
tras las sombras del pasado;
eruditos deconstructores de la pérdida.
Esto no va de apuntalar posesiones en el infinito
ni de cicatrizar cadenas sempiternas,
va de volar, volar y caer juntos si es preciso,
flotar como exoneradas hojas
sobre raíces podridas,
sobre acicaladas miserias;
sigo degustando los pálidos días del otoño,
la despedida plácida de los pájaros,
esos que quizás nunca vuelvan
y ¿qué más da?.
Todo lo que amas se desvanecerá
en alguna empolvada historia,
el esplendor del cóndor soberano se arrastrará
en desvaído gusano
sobre una tierra descontenta;
la gota de lluvia en el cristal que fugaz zigzaguea,
el orgasmo de las flores que relampaguea
y raudo dormita
en algún fractal de la memoria;
todo vuelo nace oxidado de lírica final
pero trasciende el perfume de las rosas
en el numinoso prado de alguna gloria,
para aquellos versos proscritos,
para aquellos insectos que sueñan.
Desde las alucinaciones en cavernas donde procesionan monstruos, hasta el soñar de los insectos: nos llevas por un vuelo nostálgico lleno de dolor y belleza. Un abrazo.
Le densidad del vuelo es inobjetable y al mismo tiempo refleja la visión panoptica del poeta para expresar con clarividencia lo invisible de un universo escogido —Aplausos.
Si, si, no deja de ser una elevación para observar las entrañas con la suavidad que genera la pérdida de detalle, buscando los promontorios de la esencia. Creo que los q poemamos frecuentemente nos agarramos a la panóptica aunque sea más onírica que real. Muchas gracias por tu visita y comentario.