Te he buscado en mi pecho como una cicatriz en la madera,
como un rastro de sangre que se prende en un ábaco roto.
Cuerpo de minutero, en una palabra desnuda y extenuada.
Afilo mis ojos en el vaticinio de una piedra.
Existe una línea perpendicular a un vaso de aves y te busco,
y te escarbo con furia de números. Muerdo mi piel y devoro sin piedad
la víspera lateral de mis silencios, y te busco, porque te amo…
Aunque estés destruida, aunque te falte la inclinación de las lluvias
en tus pupilas de hembra,
aunque haya pus en un papel pinchado de tus propias luciérnagas.
Porque me has amado, donde el plural de la multitud solo hallaron a un hombre
repleto de hormigas y estigmas en la memoria del olvido.