En el principio,
unas letras que danzan
tiñen de negro las hojas arrancadas.
Buscas la esquina, lápiz airoso
donde dejar tu huella como perro celoso,
en la silla echando raíces
debajo de ti, la tierra sintiendo,
sobre ti, la hiedra creciendo
escucho la vida caminar en silencio
y un cuerpo cruza, atravesando mi sueño.
Un cenicero
repleto de gusanos abandonados
blancos recuerdos de goces aspirados,
me cubre la luz de un sonido precioso
envuelto mi ser en tono quejumbroso,
mansa mirada de color transparente
¡forma adorada!
ya para siempre ausente.
Tormenta que agita
la dulce conciencia
estruendo en la noche sobre mi cabeza,
breve trozo del pasado
momento fugaz del ayer
¡claro instante recreado!
lágrimas rojas de mujer.
Aquella palmera que el aire menea
abrazo con ansia, mi mejilla lacera
un gitano gime ¡gladiador en lid!
fiera herida que huye, tras el rastro
hacia su fin.
Desamparado subo al valle sin par,
donde tu alma respira, donde tu cuerpo no halló lugar.