Siempre amé la mujer que soy
el amor propio emergente de colores,
así adoré la pasión cálidamente madura donde a veces se detenía el aliento.
Cuan resplandeciente alba al amor sublime
sensores del corazón en plena libertad del alma,
que libera las cadenas de este Ser
al llegar un grisáceo otoño a la piel absorta.
Sutil romance se hizo intenso dentro de mí
libera temores desde lo interno a todo pudor,
por el calor latente de sensor primoroso más pulcros momentos pasan sin aprisionar.
Dorados cabellos lucen secretamente intactos
suspirando a lo profundo con delirio, bajo el viable horizonte soñador
en la secuencia de mi existencia.
Aprendí la sabiduría proveniente de personas en el diario acontecer de existencial melancolía,
vierte profundo pensar enriquecedor
para asumir con madurez respeto propio.
Consciente de esta razón posada en el alma
cuyo positivo fruto enajena la humanidad,
procede obviar ese pasado equívoco
tras un cierre sincero, cóncavo, convexo.
Evocan blancos espejos en mi universo
para dar paso a un viento cambiante
impregnado con la esencia de vital naturalidad
para así darme autoestima, con vibrante fortaleza.
Por: Martha Domínguez Mejía
Seudónimo: Princesa
Santa Cruz de la Sierra - Bolivia
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