Verdes eran tus ojos, mi pequeño.
Rocío de mi alma porque solo
con bruñido fulgor nos sonreía
el dulce trino alegre de las aves.
Si supieras la herida… Porque sufro
el eterno suplicio en las paredes.
Al saber que tendré la soledad
que un día me robó toda la calma.
Distante con mi llanto sin destino
siempre busco tus besos tan en vano.
Cercada voy de pena por negrura.
No sé si llegarán… Si acaso surgen
los latidos finales del debut
mi sentido dolor de dura loba.-