Amasar la contractura de la realidad
mientras crecen cartílagos en la memoria;
la canica del yo siempre gira
en la misma curvatura
del espacio-tiempo,
pero la esperanza es una digresión
contra natura del presentimiento;
el desvío a la utopía de alguna gloria
mientras aprieta el ronzal el ahora,
pasan los mismos días,
braman los mismos muertos
en la misma noria.
La multitud es un soliloquio idiota, interesado,
la soledad un fecundo pandemonio
donde flotan miembros de mitos
despedazados;
revienta la espuma del sentimiento ingenuo,
que se soñó milenio, contra la roca;
enardecen en el moho del recuerdo,
se suicidan hermosos los peces dorados.
Acaricio el terciopelo azabache de la noche,
almidono al vuelo blanco del invierno;
ya me toca, ya me toca
ser ágrafo verbo de un universo índigo,
ser ala, ser espíritu
de una sepultada historia.