Me lavo las manos
en tu sangre profunda,
sacada de tu corazón
abandonado en el limbo.
Allí donde participas
del desmembramiento de tu ser,
que vendes o regalas
según tu conveniencia.
Y murmullas para todos
los gritos que son eco de tus pecados,
de ese mundo desconocido
que es tu mente podrida.
A la maldad de tu credo
buscando tu reflejo perdido,
comprando fieles y seguidores
a los que vender tus desechos.