Velorio de los insurgentes

Están muertas las gaviotas sin noche
quienes esperaban justicia agrupándose en los puertos
y los que se fueron de la vida olvidando su cadáver.

La sirena de un barco que se aleja
nos anuncia que de esta tierra
está surgiendo la sal más imperdonable.

El sol no retornó de la fábrica,
un aullido,
nos recorre la memoria con rumor de alcantarillas.

Y se ha quedado con el dolor sonámbulo
su rostro frágil atravesado por la ausencia
y una bandera sin colores
clavada en el vacío del alma.

El mate y la canilla
trasnochan en el velorio de los insurgentes
deambula un fantasma de martillo
su ronda de medianoche.

Y va la muerte
su barril de ojos enlutados
a esa esquina donde el viento se amontona.

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