Está la liebre encamada
con su querencia al otero.
El ojo abierto primero,
bajo un cardo camuflada.
Abajo, por la cañada,
el galgo que es su enemigo
la someterá al castigo
de una carrera apretada.
Da un salto con pirueta,
y las patas por delante,
la liebre, como un levante
se pierde por la meseta.
¡Qué hermosa su silueta!
¡qué presumido el regate!
y que pena que el combate
solo lo gane un atleta.
(Moraleja)
Una carrera endiablada
al albur de tu destino
es la vida pasajera,
para ganar la carrera
conviene que con buen tino
no te pases de frenada.