Dejé mi corazón
en la mesa del salón
para compartirme en latidos.
Alguien puso encima
un pastel de nata y fresa
y empezó a cortar pedazos.
Quedó el corazón roto,
sangrando en blanco y rojo,
hecho polvo, atravesado
por el filo de un cuchillo
que seccionó sus latidos,
sin opción a la defensa.
Ahora yace un corazón
entre el disfraz de dulzura
de un pastel de nata y fresa,
masacrado en falso amor
y simulada ternura
contra el cristal de una mesa.
Algo espeluznante viaja atomizado en la sintesis del poema, obviamente que previamente se habia anunciado el protagonico rol de un “disfraz de nata y fresa” es decir, un torbellino encubierto en dulzura y grasa de origen vegetal con desenlace debastador. Desde luego un poema muy efectivo, no en la ruta espeluznante de Pedro Salinas, sino con la impronta del tiempo que vivimos. Aplausos.
Tan cruel como bellísimo este poema tuyo wallace. Al final quedaste en soledad con tu corazón partido. Una triste realidad para los que aveces se entregan en cuerpo y alma.
Un abrazo.