- Papá, cuéntame otra vez cómo era un gigante…
Mi abuelo me decía, que su abuelo le contaba, que cuando bajaban a por flores, su pelo se cubría de canas, tanto es el tiempo que tardaban en agacharse. Decía su abuelo, que su flor preferida era la Edelweis, la flor de las montañas.
También gustaban de lavarse bajo las tormentas, en la oscuridad, únicamente iluminados por los relámpagos y tatareando a saber que sones acompañados de terribles truenos sonoros, bastaban sus manos llenas de lluvia para inundar campos enteros.
Decían, que dormían poco, cuando se estaban acostando sobre la tierra ya casi estaba amaneciendo y al levantarse, volvía a temblar la tierra.
- Papá, ¿Cómo nacía un gigante?
Los escupía Jupiter, el planeta mas grande, ¿quién sino? y luego él sólo se alimentaba de lo que tenía a mano; una Osa mayor o menor o algún Pegaso, imagina cómo debían ser de colosales. De pequeños jugaban con las águilas y anidaban en su pelo, haciéndose compañía. Todos debemos tener compañía, ¿sabes? alguien dijo que los gigantes eran solitarios, pero el abuelo no lo creía así.
Cuando ya estaban muy cansados, alzaban los brazos hasta Plutón y de un impulso se marchaban a reunirse con otros gigantes para pasar sus últimos días, pero eso si que es un misterio, sólo contaban que ese lugar estaba en el espacio, muy muy lejos de aquí, a años luz, más allá de Plutón…
-
Papá, que viejo eres…
-
Casi como un gigante.
