Un adiós de primavera

—Déjeme entrar —grité— debo ver a mi amigo es cosa de vida o muerte.

—Por protocolo de la Covid no se permite entrar, ya sea
familiar o no.

Sin hacer caso pase corriendo al interior de la UCI mientras oía que las enfermeras gritaban alarmadas. Una de ellas me puso una bata de color verde, una gorra y unas polainas, mientras me decía que era un loco. A él le reconocí al instante y aunque parecía estar inconsciente, al llegar a su lado susurré:

—Amigo mío, ya estoy aquí.

Acerqué la silla junto a la cama y cogiéndole la mano, me quedé un buen rato su lado. Él me reconoció y me hablaba, pero cada vez más débilmente. Después una enfermera le fue sacando el catéter y los cables del cardiógrafo y mientras subía la sábana tapándole la cara me preguntó:

— ¿Cree que ha valido la pena arriesgar su vida con un enfermo contagioso, para nada?

—Claro que sí que ha valido la pena, porque mi amigo apretándome la mano me ha dicho:

—Te confieso que aunque no era creyente estaba orando, porque tenía miedo de morir solo en este lugar tan deprimente. Ahora creo que tu llegada es una respuesta a mis plegarias y soy feliz, porque aunque es invierno, al verte, el hospital se ha llenado de primavera.

Enero de 2021

8 Me gusta

Bienvenido a Poémame, Miquel. Hermoso relato.

Bienvenido a Poémame

Saludos.

Qué bonito… pone la piel de gallina… qué triste cosa morir solo.

Precioso relato compañero y es que estar en carne y alma en los duros momentos es cuando se aprecia el verdadero valor de un ser humano!! Gracias por tan valioso testimonio!!! Saludos!!

Uuuuffffff… pone la piel de gallina, Miquel. Tus letras tienen la emotividad de lo auténtico, de la experiencia. Encoge el alma. Me parece realmente bueno. Mi más sincera enhorabuena.