Cómo resuena
el eco de tu nombre
entre hojas coloridas,
cómo lo acaricia el viento
entre las hojas caídas,
cómo lo mece en sus pétalos
la rosa,
que tirita de frío…
¡Ay! Si mis versos
lo arroparan,
si mis latidos lo arrebozaran
de las gélidas brisas…
Tu nombre que navega
sobre la gema esmeralda
que lleva el río,
voy tras él
lo persigo con pies heridos,
mientras la luna desde arriba
derrama azogues
de cintas y listones,
vestida con ropajes
de blanco lino.
Tu nombre…
Letras sagradas
que mis labios
guardan con recelo,
algún día sueñan
recorrer libre los cielos…
¿Podré cantar al viento
ese nombre
qué nunca fue mío?
Lienzo: Octubre. William Trost Richards.
El nombre es el último asidero al que agarrarnos cuando perdemos todo lo demás. En este caso, con su nombre has provocado un remolino de poesía que hizo danzar a las hojas del recuerdo.