Lírico.
¡Estoy aquí, encerrado, enclaustrado!
Preso del hedor de las toxinas del tabaco.
Aparentemente soy la bestia atada al arado
de tu voluntad, aturdido por el amoniaco
que exudas de tu cuerpo demoníaco.
No me quejo, solo disfruto el efecto afrodisíaco
que me proporcionan los resquicios de tu piel.
Hoy soy mosca, mañana soy abeja tras tu miel.
Y después de ayer voy a sentarme a meditar,
voy a transcribir este suceso y volverlo a editar,
voy a leer con insistencia y después lo borraré.
En la mañana voy a sacudir el polvo y barreré
las cenizas del habano que fumaste obsesivo,
igual voy a limpiar lo que absorbo compulsivo,
lo que me permites extraer de tus entrañas,
lo que aún contengo ceñido a mis pestañas:
esa substancia con virtudes de ambrosía.
Y a pesar de ser vital me mantiene en agonía
cada sorbo que le doy a tu divina existencia,
me suma tiempo, pero me resta consistencia.
Creo que en tu sangre Apolo se disipa,
ardes en mis ojos y tu fuego me mancipa
pero dejar de verte me trae tribulación.
Sigo aquí volando, planeando mi crucifixión,
divagando como buitre en la estepa moribunda
de mi cama, comiendo carroña de tus células,
las células que regaste para que yo me hunda
en el profundo abismo de tus moléculas.
Mientras tanto me niego a tirar el cigarrillo,
y me siento melancólico como el grillo
que canta en el rincón del closet olvidado
y me dispongo a encender el sobrante amado
que pisoteaste con desprecio para apagarlo,
¡Ahora lo estoy fumando, para que negarlo!
tampoco niego que estoy llorando dentro del armario.
Después entiendo que no vales un denario,
pero te valoro como el cielo a las estrellas,
como los caballeros a las dulces doncellas,
y repito el acto que grabé en mi diario rojo,
lo abro con la daga del recuerdo y te acojo
nuevamente en la selva densa de mis venas
y vuelvo a reírme de mi mismo cual las hienas.
Jorge Martínez C.
Autor.