Pienso en Cortázar y el axolotl. En el poder de la transmutación. El hombre que mira al ser canónicamente inferior y se reconoce en él, en su inmovilidad, en sus oscuros movimientos, en su concienzudo papel de objeto curioso tras el acuario. Pienso en la obstinada manera de observar del axolotl. Como si en realidad le interesara ese raro animal del otro lado, que permanece inmóvil, con su cara pegada al vidrio. Pienso en Cortázar y el axolotl y me lamento por no tener un lugar en el que detenerme a observar el misterio, mirarlo a sus pequeños ojos de larva —ojos como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente— hasta reconocerme en ellos, hasta sentir que estamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante nos une. Pienso en el axolotl, en cómo me gustaría sentir ahora que una pata me roza mi piel de anuro, y moverme apenas para reconocer junto a mí a un axolotl que me mira y sabe, sin comunicación posible pero tan claramente, que me he salvado.
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Excelente
Saludos
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Muy bueno. Saludos poéticos.
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Muy buena prosa.
Saludos
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Muchas gracias. Abrazo
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Muchas gracias, siempre un placer recibir esos elogios.
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Otros desde el verso para ti.
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Buenos días. He cerrado los ojos después de leerle. Para juntar, en la memoria, los rostros con sus ojos de la mañana. Derretirse sus párpados, amalgamarse en oro, para fijar, en un solo ojo, imperturbable mirada. “Hora de quitarme la careta” - me digo.
¡Me transportó!. Un gusto.
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Pues qué alegría que mi texto te haya llevado a esos lugares. Un abrazo enorme
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Me ha encantado. Sobre todo lo mucho que intuye… Magnífica narración.
Abrazo
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