Siembro,
pongo a remojar palabras en las primeras lluvias.
Espero ansioso que brote un almácigo de poesía.
Para en racimos de versos alimentarme,
enfrascarme en diálogos con la tierra negra.
Exprimo,
pongo a secar la mirada al sol que todo purifica.
Evapora lágrimas viejas
que enceguecen un mundo de por sí difuso.
Para lucir pupilas limpias donde quepan nuevos llantos.
Izo
pongo a ondear pensamientos a toda asta.
Rindo honores a veteranos caídos en guerra,
y con un pelotón de escuálidos pero audaces,
resueno clarines por nuevas campañas.
Entibio,
pongo a calentar el corazón sobre esas brasas del firmamento.
Que crepiten congojas ateridas.
Que suelte jugos aromáticos sobre la hoguera.
Para que aún después de los latidos
alimente pechos de bohemios caminantes,
entregue sus últimas fuerzas
para espantar algunos aullidos envenenados.
