Tengo un lugar al que vuelvo
una iglesia cerrada
donde una cruz preside mi sueño
y la dureza de un banco de madera
inspira mi noche
Tengo un lugar donde volver
con bóvedas de arista que me guardan
de una lluvia triste de lágrimas
vertida en cada vela encendida en el altar
Por la noche,
San Gabriel pasea con un láser ígneo
y otras figuras cobran vida
y hablan como ausentes
y yo, meto la mano en la caja de las ofrendas
pero nadie me ve
Tengo un sitio que me pertenece
tengo un cuerpo empapado de vida
parpadeo aún con asombro
me acompaña una letanía silenciosa
que itera eterna
pero nunca idéntica
Me siento vivo
porque tengo un lugar sólo mío
donde me encuentro
donde me reconozco