Tan cercana -a la vez- tan forastera,
la llamarada ardiente, primitiva,
que me inocula abril, su voz en vena,
para la sed del agua…conocida.
Cruzo la claridad y me despierta
un haz de semilunio en la pupila
el resplandor paciente entre la niebla
que instruye al corazón la egolatría
de usar la luz hasta que se desprenda
desgrane su relieve de amatista
el soplo de unas alas en la arena
sangrante gravedad dulce y arisca.
Porqué el fulgor canoro de esa estrella
va amueblando de versos la guarida
para contar las sílabas de tregua,
sellar un armisticio con la rima.