En sus brazos había una alcoba.
Versos de Hemingway,
embriagados de absenta.
Posaba desnuda.
Libres,
sus piernas cruzaban
sin miedo,
extensas cordilleras.
-Ahora entra Neruda.
…
Te hice mujer en todos los rincones,
sobre páginas blancas,
en el piso de tus imaginaciones fantásticas.
En balcones sobre el alba,
entre sombras,
acopladas al ruido
y en un tímido silencio.
Con solemne audiencia,
entre grietas, tras cortinas…
Gritastes mi nombre, sumergida en el agua,
dónde mundos esconden tus piedras
preciosas.
Celosas,
plantas acuáticas.
Amantes herméticas del amor ahogado.
Y vi tus faldas arrastrando
tras tus muslos,
mi vida completa.
El libro cerrado,
la pluma en reposo.