He dejado la brecha extendida hacia un litoral adiestrado. Quise perderme en los silencios más remotos de mi inconsciente, pero desde un principio, supe que mi último aliento se desvanecería al atardecer. Mi alma agotada baila en el compas de mi frustración. Su tenue música es cómplice de mis decisiones y mis susurros tiemblan de dolor.
Ya me he embriagado de pena, y no quisiera rogar por un poco de paz. Pero mi llanto reclama su tiempo y la alegría de vivir, de soñar e imaginar es un desierto. No voy a mentirme, ya me cansé de ese jueguito, pues, soy yo la turba que enciende los vestigios.
Tal vez mi pluma cese sin plegarías y se quiebre al ver mi rostro en el vidrio. Mi imprudencia no promulgará un gesto ni un respiro. Ha muerto el día y en él, yo aún vivo. ¿No es, acaso la vida una ilusión efímera?
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Tal vez mi pluma cese sin plegarías y se quiebre al ver mi rostro en el vidrio. Mi imprudencia no promulgará un gesto ni un respiro. Ha muerto el día y en él, yo aún vivo. ¿No es, acaso la vida una ilusión efímera?
[/quote]¡¡FANTÁSTICO!! Abrazos poeta.
Cambian las actitudes. Se acaban los sentimientos.
La turba no puede detener sus ímpetus.
A pesar de todo y de que el día muere. Sigues con vida.
Precioso poema!
Abrazos cariñosos querida Jessica!
Esta bella prosa termina con un sabio interrogante. Un gusto leerte.
" Tal vez mi pluma cese sin plegarías y se quiebre al ver mi rostro en el vidrio. Mi imprudencia no promulgará un gesto ni un respiro. Ha muerto el día y en él, yo aún vivo. ¿No es, acaso la vida una ilusión efímera?"