Limar las asperezas del soneto
me parece cabal y conveniente,
evitando que un ripio de repente
se escape por tramposo e indiscreto.
Muy a menudo yo la pata meto,
lo reconozco, siendo muy consciente
que por ansioso, peco de imprudente,
y a revisión el verso no someto.
Porque siendo copiosos los controles,
ya sean musicales o lingüísticos
que deba constatar cualquier poeta,
desechar debería los faroles
y respetar los cánones artísticos
de forma tan sutil como discreta.