Solo los gatos
sobrevivieron al desastre.
La traición los tomó desprevenidos,
cuando el sueño se quedó dormido.
Confundidos con las sombras,
incapaces de destronar la madrugada,
se jugaron sus siete vidas en una sola mano.
El fuego no avisó,
solo levantó llama
y se ubicó bajo la noche,
para devorar la soledad
de tantas voces
cansadas del silencio.
Solo los gatos invadieron
con su hipocresía los aleros,
donde no es posible darnos tregua.
El poema nos rescata del olvido,
nos remoja en labios ajenos,
cuando el amor por la palabra
sirve para recorrer las madrugadas,
entre los mismos de la casa.
Morir es arder,
los gatos son una distracción.